Para abarcar a Manuel Puig no bastan esos destellos delicados. Creo que nadie que conozca su obra y sus datos mas conspicuos se sorprenderá si revelo que, al evocarlo, Manuel se me aparece siempre bajo una forma alarmantemente cinematográfica. Él o el personaje que hacía de él o quizás ambos exigen secuencias enteras y elaboradas, hechas de frases convenidas y poses de estudio, muecas, guiños, suspiros, susurros, todo el arsenal en suma de las vamps de la vieja pantalla de plata.